quinta-feira, 29 de janeiro de 2009

Figura número 1: Gladys Rivera

Ella estaba limpiando el suelo en el momento en que la ví por la primera y, tal vez, única vez. “Puedo pasar?”. “Ajan”, ella hizo con la cabeza y sonrió. En aquellos ojos de quien ya vivió de todo un poco luego percibí un gran carisma.

No tenía cara de americana y no quiso conversar mucho, a pesar de haber mostrado bastante simpatía. Pero yo me quedé con curiosidad y resolví empezar un diálogo. Como es común tener mano de obra latina para trabajos domésticos en los Estados Unidos, no tuve dudas al arriesgar el español:

- De dónde eres?
- Soy de Colombia. Hablas español?! Pero pensé que eras gringa!
- No, no. Soy de Brasil.
- Brasil? Mira qué interesante. Los dos que están pintando la cocina son de Nicaragua.

Ahí listo! Latino con latino. Nosotros nos entendemos. Aún más allá, donde somos considerados, con algunas excepciones, los pobrecitos que no tuvieron oportunidad en su país – lugar en el que creamos monos y loros.

Y esa es parte de la verdad de Gladys Rivera, una colombiana de 50 años de edad que decidió abandonar la tierra natal Tunja (Boyacá) para mudarse a los Estados Unidos. La esperanza: mejor calidad de vida y dinero en el bolsillo para pagar la universidad del hijo en Colombia.

No fue una decisión sencilla. Un día la gerente de la oficina que limpiaba le dió a ella una idea: “por que no vas a hacer lo mismo que haces acá en Estados Unidos? Tengo contactos para ti allá”. “Esa noche no pude dormir de tanto pensar en estar en EEUU. Pero y mi hijo?”.

Ofrecer mejor educación al chico, y al mismo tiempo dejar atrás un pasado sufrido, pareció de repente como un sueño posible. Después de una niñez pobre a lado de los padres y siete hermanos; de un matrimonio que duró catorce años (“mis papas me decían que iba a quedarme mal hablada si me separara temprano”); y de trabajos que no pagaban los estudios del hijo y las cuentas, por qué no irse?

“Cuando le conté a mi hijo la idea, la respuesta fue: por que no te vas? Aprovecha la oportunidad”. Entonces, dos meses después la aventura de Gladys empezó.

Primer trabajo: casa de un diplomático, hermano de la ex-gerente colombiana. La visa de trabajo salió rápido y allá estaba ella, viviendo en la residencia de una familia que más habla inglés que español y trabajando 40 horas por semana. Sólo después de las dos de la tarde de sábado Gladys tenía descanso. “A las seis de la mañana ya estaba de pie, preparando el desayuno para despachar los niños para la escuela.” O por lo menos esa era la intención. “No conseguía cumplir todos los horarios y hacer todo el servicio de casa, porque ellos hacían fiestas todos los fines de semana hasta las cuatro de la mañana y yo tenía apenas dos horas para dormir”. Cuando Gladys intentaba una brecha de tiempo para estudiar inglés, la respuesta de la abuela de los niños venía inmediatamente: “vas a salir de casa por qué? Viniste para trabajar, no estudiar”. Frente a tanta simpatía, “me fui cansando, sabes? Resolví salir”.

Ahí surgieron problemas con los papeles y ella llegó a pedir ayuda para ser deportada.

Pero apareció el segundo trabajo: cuidar una señora. La casa era de hispanos. Pagaban mal, pero al menos ella tenía un lugar para dormir. Dos años después, la viejita se mudó para la casa de su hija en Florida y Gladys, una vez más, tuvo que buscar otro empleo.

Qué batalla, no? “Aaaay”, ella dice, torciendo la cabeza, levantando el frente y sonriendo. Pero una amiga que estaba embarazada e iba a tener que dejar por un tiempo las casas que limpiaba la recomendó por sus servicios.

Tercer trabajo: limpiar residencias. Poco a poco, se familiarizó con las dueñas y estableció una relación bien próxima. “Ellas me convidan para muchas fiestas. Y no es para que yo trabaje. Es para participar también. Me llevo muy bien con ellas”. Y es lo que Gladys hace hasta hoy, además de limpiar oficinas después de las seis de la tarde, ser niñera algunas veces y recoger platos en fiestas los fines de semana. “Ahora estoy pensando en abrir mi propia empresa de limpieza de casa”.

Gladys se lleva cinco horas en limpiar casas grandes y dos en departamentos. Trabaja de seis de la mañana hasta las 11 de la noche, generalmente. En las horas libres, le gusta a ella ir al mall comprar recuerdos para mandar a su hijo - un hombre de 27 años que posee dos graduaciones, sigue estudiando y no tiene empleo algún. “En mi país no hay trabajo”. (Pero ahora ella dice que él resolvió abrir una discoteca. “A ver”.)

Más allá de elegir regalos para él, a Gladys también le gusta ir a boites a veces y, principalmente, conversar por chats en la Internet.
Hace diez años que ella no ve la familia. Pero una de sus jefes la está ayudando a organizar los papeles. “Si Dios quiera me voy a Colombia ver mi hijo. Él se casó y ahora tiene una hijita de dos años”.

Y como es la vida aquí en Estados Unidos? “Siento mucho prejuicio de las personas por ser latina y porque no hablo inglés (pero entiende todo). Pero soy muy afortunada, porque mis jefes entienden mi inglés malo. 

Y estás feliz? "Si, en general, muy feliz. Pero quiero visitar mi país pronto. Lo adoro mucho!”.

Gladys Rivera vive en Baltimore, en el estado de Maryland, que queda próximo a Washington D.C., adonde ella va todos los días a trabajar. Paró de estudiar en Colombia cuando tenía 13 años, ya que iba a tener que repetir el año por las matemáticas. Hoy ella ya sabe un poco mejor como hacer las cuentas: por cada trabajo de limpieza recibe de 100 a 120 dólares (sin contar los otros trabajos). Trabaja de lunes a sábado y limpia aproximadamente ocho casas por semana.
El dinero que gana ahora es ahorrado. “Mi hijo ya está grande y casado. Ya cumplí con mi papel”.

Às figuras

Suddenly that thing appears: dirty tennis shoes and tatoos on the arm; business briefcase and cap; gray hair and a huge backpack; callus on the hands and smile on the face. A weirdo or just a different one? Intelligent and original? Maybe. But one thing can already be noticed: some people show on their faces that they have a good story to tell. And if so, why not listen to them?


That was what I did on my last trip. During almost six months I heard such good stories that they seemed to be books. That is why I came back with the wish to tell a little about some people that got my attention and, principally, to hear more stories from Brazilian people, American, Colombian, German, Japanese or Latvian.


It´s just because we´re 7 billions in the world, but we live so similarly and so differently at the same time... And as there are so many people with interesting experiences, I think it´s worthwhile to know and write about them. (I didn´t travel all over the world and I don´t travel that much. But the few times I did gave me the opportunity to find out a world inside each one and, above all, the curiosity to discover other stories, faces and pictures.)


Take your seat and listen to it. Because the people that will be on this blog are, at least, remarkable.